MARTE DE VELAZQUEZ
Si pensamos en el lugar para el que fue concebido -un pabellón de caza- y relacionando la caza con uno de los ejercicios de preparación para la guerra, su justificación ya estaría establecida.
No obstante, su aspecto abatido, su posición pensativa o su cuerpo semidesnudo, poco nos dice de un dios que se supone guerrero.
Algunos apuntan que con esta obra, lo que Velázquez pretendía, era poner de manifiesto la decadencia militar de España en Europa; otros, los más románticos, ven esta escena el momento posterior en que Vulcano, conocedor de las infidelidades de su esposa Venus con Marte, sorprendió a la pareja en su idilio y preparó para ellos un red metálica con la que atraparlos. Los amantes enredados, fueron objeto de la burla de los dioses del Olimpo y producto de esta situación, la actitud desalentada de Marte.
En cualquier caso, y sea como fuere, siempre que veo esta obra, me convenzo de una cosa: la atemporalidad del Arte. Pasen los años, o como en este caso, incluso los siglos, cambien las técnicas o los estilos, el Arte en su esencia está fuera de toda moda. O si no, quien le diría al propio Velázquez, que su dios Marte es la metáfora perfecta de los tiempos en que vivimos. Un tiempo en el que incluso los guerreros, a veces se encuentran abatidos.
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